📘 Título: “Ecos en la niebla”

 

Autor: Cristian Alberto
Género: Suspenso psicológico, misterio


Prólogo

En el silencio absoluto, los ecos son las voces que nadie quiere escuchar.
Las sombras que se esconden detrás de la realidad son las que realmente nos acechan.
Y a veces, el pasado no descansa.


Capítulo 1 — La llegada

La niebla cubría el pueblo de San Isidro como un manto pesado, ocultando los secretos que las calles habían guardado por décadas. Alejandro descendió del autobús, ajustó el abrigo y respiró hondo. Había vuelto después de diez años, pero el aire frío y húmedo parecía decirle que nunca se había ido.

Su misión era clara: encontrar respuestas. La carta que había recibido solo contenía una dirección y tres palabras:
No confíes en nadie”.

El pueblo estaba casi desierto. Las ventanas cerradas, las puertas con sus bisagras oxidadas, y un silencio extraño, casi artificial. Alejandro avanzó sin prisa, consciente de que cada paso lo acercaba a un pasado que intentaba olvidar.


Capítulo 2 — La casa de la colina

En la cima de la colina, una casa antigua esperaba, rodeada de árboles desnudos y raíces que parecían aferrarse a los cimientos con desesperación. La madera crujía bajo la lluvia, y el eco de un piano desafinado resonaba dentro, aunque nadie parecía vivir allí.

Alejandro se acercó y tocó la puerta, que se abrió lentamente, como si lo esperara. El interior estaba cubierto de polvo y recuerdos olvidados: fotografías amarillentas, cartas arrugadas y una sola nota escrita con tinta roja:
Ellos escuchan. No hables.

Un escalofrío recorrió su espalda. ¿Quién era “ellos”? ¿Y qué escuchaban?


Capítulo 3 — Voces en la oscuridad

Aquella noche, Alejandro no pudo dormir. La casa parecía viva, respirando con él. Entre susurros y crujidos, una voz femenina llamó su nombre desde la oscuridad. Se levantó y siguió el sonido hasta el sótano.

Allí encontró un viejo gramófono, girando lentamente. La aguja raspaba un disco con una melodía que helaba la sangre. De repente, la voz se hizo más clara:
Alejandro, recuerda lo que escondiste. El tiempo se acaba.

En la penumbra, una sombra se dibujó contra la pared, una figura que no pertenecía a este mundo. La niebla había llegado a la casa.


Capítulo 4 — El secreto enterrado

Durante el día, Alejandro exploró el jardín. Debajo de un árbol caído encontró una caja oxidada. Dentro, objetos personales: un reloj detenido, un medallón con una foto, y un diario con páginas llenas de confesiones oscuras.

Leyó con manos temblorosas: secretos familiares, traiciones y una promesa rota que había condenado a generaciones enteras. La verdad que buscaba estaba enterrada bajo capas de mentiras y miedo.

Pero también había una advertencia:
Al descubrir la verdad, prepárate para perderlo todo.


Epílogo — La niebla nunca se disipa

Mientras Alejandro cerraba el diario, un susurro recorrió la habitación:
El tiempo no cura nada. Solo oculta.

La niebla afuera se espesó. Él sabía que su vida cambiaría para siempre. Porque algunas verdades están destinadas a permanecer en la oscuridad.

Y algunas sombras nunca desaparecen.

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